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Mayo 18, 19, 20 y 21 de 1981

Tan solo un año después de inaugurar su sede, el Museo realizó en mayo de 1981 el Primer Coloquio Latinoamericano de Arte No Objetual y Arte Urbano. Críticos y académicos debatieron durante cuatro días sobre el no-objetualismo, un término acuñado por el crítico peruano Juan Acha, para caracterizar el arte que estaba produciendo América latina en un intento por asumir una identidad en el panorama de la plástica mundial. El arte no-objetual cuestionaba la obra de arte como objeto y vinculaba el arte al contexto social y cultural latinoamericano. Con el Coloquio, el Museo quiso organizar un evento que respondiera a lo que estaba sucediendo en Medellín luego de las bienales de Coltejer; intentó reconectar la ciudad con el resto del contexto artístico del continente y, de paso, como plantea Juan Acha, dibujar el mapa de las vanguardias latinoamericanas.

El Coloquio se organizó de manera paralela a la IV Bienal de Medellín, un esfuerzo por revivir las Bienal de Coltejer de una década atrás que reafirmaba el arte figurativo y representativo en la pintura, el dibujo y la escultura, mediante la discusión crítica de personalidades reconocida en el panorama internacional, como Jorge Romero Brest, Pierre Restany o la crítica argentino-colombiana Marta Traba.

Ambos eventos contaron con la presencia de críticos de primer nivel que tuvieron la oportunidad de enfrentar sus ideas, pues las discusiones de cada uno -la IV Bienal, bajo la dirección de Leonel Estrada, y el Coloquio- eran opuestas. Una de las más renuentes a los planteamientos de Juan Acha fue Marta Traba, quien abogaba por el regreso a la pintura que proponía la IV Bienal, pese a que tan solo unas décadas antes le había enseñado al país el trabajo de artistas que tenían en el uso del performance, la instalación o el arte de proceso una de sus herramientas de trabajo más significativas.

Con este evento, el MAMM reafirmaba su intención de propiciar discusiones de vanguardia y trabajar a la par de lo que sucedía con el arte contemporáneo.

Una de las premisas en su fundación fue servir como lugar para la investigación y la generación de conocimiento, algo que claramente se veía reflejado en el Coloquio. La presencia del discurso académico en el encuentro fue relevante para el arte latinoamericano, pues en el circuito que incluía la crítica, la curaduría, la academia y los artistas, las obras encontraban un medio de validación en las discusiones paralelas a la muestra. El Coloquio le permitió al Museo posicionarse como un espacio para los debates críticos del arte contemporáneo y servir de influencia a una generación de artistas emergentes que empezaría a experimentar con unas estrategias de representación que rompían con los planteamientos del arte moderno en el país.

Entre los participantes en la discusión crítica cabe mencionar a Mirko Lauer, Rita Eder, Néstor García Canclini, Álvaro Barrios, Nelly Richard y Emilio Souza. Pero el Coloquio no solo fue un espacio de debate para críticos y académicos, pues una exposición ponía en escena los debates. En la muestra participaron los artistas Felipe Ehrenberg (México), Cildo Meireles (Brasil), Manuel Felguérez (México), Carlos Zerpa (Venezuela), el No-Grupo (México), Adolfo Bernal (Colombia), Ana Mendieta (Cuba), Marta Minujín (Argentina), Teresa Burga y Marie-France Cathelat (Perú) y el grupo SITE (E.E.U.U.), conformado por James Wines, Allison Sky, Michelle Stone y Emilio Souza.

Según Juan Acha, pensar el arte desde lo no objetual permitía crear vínculos entre el arte y la vida cotidiana. Esta noción se encuentra íntimamente ligada a la visión de “un museo vivo”, que una y otra vez los socios fundadores promulgaban. Para Acha, el crear vínculos entre el arte y la vida cotidiana también encadena una serie de relaciones con otros campos creativos como las obras urbanas y el diseño. La exploración de aquellas relaciones entre el arte y el diseño, y el arte y lo urbano, van a ser ejes fundamentales en el desarrollo de programas y contenidos en la primera etapa del Museo en la sede de Carlos E. Restrepo: “[…] en el 81 [1981] hablamos de arte no objetual y hablamos del arte urbano, y ese es el gran compromiso del Museo”*, dice Alberto Sierra, socio fundador y quien se encargó de los procesos curatoriales y de lo relativo a la comunicación, el diseño y el montaje de las exposiciones durante una buena parte de la historia del Museo.

I Coloquio de Arte No Objetual