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Las bienales internacionales de videoarte llegaron al MAMM a partir de 1986, mismo año en que inauguró su emblemática sala de cine. La iniciativa era pionera* en Colombia y se extendió hasta 1992 con cuatro versiones sucesivas: 1986, 1988, 1990, 1992. Los antecedentes inmediatos de estas bienales fueron las Muestra de Videoarte Canadiense (1984) y la Muestra de Videoarte Experimental y de Computador, que estuvo a cargo del artista norteamericano John Orentlicher en 1985. El mismo Orentlicher sería jurado en las bienales del Museo.

La primera Bienal Internacional de Videoarte del MAMM (1986) contó con más de 200 obras de artistas proveniente de 12 países, un número significativo si se piensa en lo que sucedía en la escena artística local y nacional: solo a finales de la década de 1970, algunos artistas colombianos habían iniciado procesos de experimentación con esta “nueva técnica”.

El videoarte, según el crítico argentino Jorge Glusberg, que participó en la primera bienal, y también en el Primer Coloquio Latinoamericano de Arte No Objetual y Arte Urbano, es una herramienta que permite, mediante la experimentación, la liberación de los sistemas de representación tradicionales. Esto, sumando a su función pedagógica, ayudaría también a desplazar la idea del video como estrategia exclusiva de los medios de comunicación, susceptible de ser presentada en el ámbito artístico. Esta primera bienal contó con obras de Nam June Paik, Marina Abramović y Ulay, e Ingo Gunther.

Si bien en la segunda bienal se evidenció un incremento en la participación de artistas internacionales y la producción de videoarte en el país, la tercera y la cuarta se alejaron del eje conceptual de los dos primeros eventos; la inclusión de videos comerciales y documentales bajó notablemente el nivel. Esto, sumado a problemas de orden social y político, dio por terminado uno de los primero proyectos de visibilización de las prácticas digitales y experimentales del país. En ese mismo momento, la producción, exposición y crítica del videoarte se posiciona en los circuitos de los museos en el resto de mundo.

La importancia de estas bienales radicó en la posibilidad de discutir sobre el video como práctica experimental en las artes visuales a nivel nacional. Como era costumbre en los proyectos expositivos del Museo, estos se acompañaban de una agenda académica que expandía el contenido crítico y reflexivo de las exposiciones. En el caso de las bienales internacionales de videoarte, cabe señalar los talleres dictados por Jeremy Welsh, John Orentlicher y Ulrike Rosenbach, o el seminario Videoarte y Comunicación realizado en 1990, en el marco de la tercera bienal. Con esta serie de eventos, el MAMM respondía a uno de los lineamientos propios de los museos contemporáneo: servir como plataforma de discusión y actualización de los problemas artísticos, una constante en el trabajo paralelo de los programas de educación y cultura.

*La Videonale alemana, uno de los festivales más antiguos de videoarte en Europa, había comenzado dos años antes.