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Exposición de arte de María Teresa Hincapié: Si este fuera un principio de infinito

María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito

«A mí no me interesa el arte muerto. Creo que la vida es el arte y mi cuerpo es mi arte vivo. Mi cuerpo es aquel que tiene que moverse, que está mirando, que está cansado, que está agotado. Esta es mi propuesta.»

María Teresa Hincapié

Curaduría: Claudia Segura (MACBA Museu d’Art Contemporani de Barcelona) y Emiliano Valdés (MAMM)

Calendar Del 16 de marzo 2022 al 12 de junio del 2022

María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito es la primera exposición institucional dedicada a la práctica de la artista colombiana María Teresa Hincapié (Armenia, 1954 – Bogotá, 2008). Pionera en Colombia y en América Latina, Hincapié tenía una definición de lo performativo muy particular que solía llamar “entrenamiento” y su práctica resistía cualquier categorización específica; más bien oscilaba entre la vida, la creación en movimiento y la búsqueda de lo sagrado.
Podríamos hablar de su práctica como un acercamiento a la poética de lo doméstico en performance, con la que transformaba acciones rutinarias en actos simbólicos para crear su propia metodología. Lo doméstico en dicha concepción no se limita al terreno de lo privado o lo íntimo sino que se abre a la relación de cuidado con el planeta, entendiendo del pensamiento de María Teresa Hincapié, que el universo es su propia casa.
Con una amplia formación teatral, un rigor y una disciplina inquebrantables, María Teresa Hincapié supo aunar su experiencia en el teatro con preocupaciones visionarias para aquel momento: el cuestionamiento de la hiperproductividad del capitalismo tardío, la desequilibrada relación con el planeta y la falta de sentido en una sociedad dominada por el consumismo. La carrera de Hincapié –corta debido a una enfermedad que le arrebató la vida demasiado pronto– sentó las bases para la afirmación de un discurso en torno a lo performativo como campo de creación artística en Colombia, y la inclusión de temáticas urgentes –entonces y ahora– en el repertorio de la producción estética del continente americano.
La práctica de Hincapié refleja a todas luces las inquietudes de una mujer de finales del siglo XX que, con una formación autodidacta y un gran sentido de la intuición y el compromiso, reformuló el curso de la historia del arte colombiano. A pesar de situarse en la coyuntura de varias disciplinas, la artista es una figura esencial en el desarrollo del performance de larga duración, hasta entonces inexistente en Colombia, que cambiaría los parámetros de lo que se consideraba arte en el medio local y abriría las puertas a prácticas hoy esenciales en el panorama de este país.
María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito es un primer intento de organizar el legado de esta artista, esencial para comprender las prácticas actuales, cuyo trabajo debe ser revisado aún en profundidad. La exposición está estructurada a partir de ejes temáticos que condensan algunas de las preocupaciones o los momentos más importantes de su meteórica trayectoria, así:

Preámbulo

María Teresa Hincapié entró en el mundo del teatro en 1978 de forma accidental para convertirse en una actriz del grupo Acto Latino fundado en 1967 por Juan Monsalve, director y actor que puso en práctica el Teatro Antropológico de Eugenio Barba que centra el manejo del cuerpo en los principios de la danza y el teatro de culturas diversas, especialmente orientales. El grupo hizo teatro callejero y siguió de cerca los preceptos del Teatro Pobre, teorizado por Jerzy Grotowski, sobre todo en la vertiente espiritual que este le otorgaba al actor. María Teresa encontró en las tablas un lugar para conectarse con lo más esencial de su vida, la cotidianidad: “Soy una actriz de teatro porque con él volví a la vida. Aprendí a caminar, a sentarme, a vestirme, a hablar, a cantar, a danzar, a atravesar con la mirada todas las cosas. A despertar lo invisible”.
La entrega total del actor a entrenamientos de largas horas, el rigor en el manejo de lo físico y la creencia de que estaban realizando un teatro fundamentado en mitos universales, donde lo importante era el actor y no la escenografía, cautivó a María Teresa.
“Pretendemos hacer un teatro que se fundamenta en mitos universales cuyas formas sean más cercanas a lo ritual. Es un teatro donde lo importante es el actor, no la escenografía en sí… Nosotros queremos producir un arte que profundice en la problemática humana, que toque la médula de ésta. Un arte sincero que tenga que ver con la crisis personal e individual…”. Juan Monsalve, “Con ‘Acto Latino’ nace en Bogotá una nueva sala teatral”, La República, 1981.
A lo largo de los años el lenguaje puramente dramático no canalizó del todo la urgencia expresiva que le permitían otros géneros como la danza o las artes híbridas y de esta manera inició su camino en solitario sin necesidad de recitar textos: solamente movimiento y presencia. Ondina (versión dancística) de 1986 fue clave en esta transición; la artista, de la mano del bailarín y coreógrafo Álvaro Restrepo, tomó un monólogo que Juan Monsalve le había hecho con el mismo título y lo destiló en puro movimiento.
Un año más tarde formó parte como actriz de la obra del artista José Alejandro Restrepo: Parquedades: escenas de parque para una actriz, video y música. Ambas obras funcionan como bisagras para entender la evolución de la práctica de Hincapié, no solo porque colabora con artistas de otras disciplinas que le amplían un campo de posibilidades, sino porque propulsan su interés hacia un trabajo de laboratorio propio e independiente.

Si este fuera un principio de infinito

Si este fuera un principio de infinito, que también da título a la presente exposición, fue el primer performance de Hincapié en sentido estricto: consistió en llevar la mayor parte de sus pertenencias al entonces derruido Teatro Cuba en el barrio Las Aguas, centro de Bogotá, y habitar el espacio por cinco días consecutivos realizando todas las tareas habituales de la casa con un realzado sentido de la atención y la presencia. Esta acción y Punto de fuga, fueron germen para la creación y evolución de una de las obras más paradigmáticas de María Teresa Hincapié: Una cosa es una cosa, la cual, temprana dentro de su trayectoria artística, fue “definitiva” al ser galardonada con el primer premio del XXXIII Salón Nacional de Artistas en 1990.
Esta obra seguía a la realización de una serie de trabajos que, poco a poco, habían permitido una transición del teatro a las artes visuales y, a pesar de que esta presentación aún se llevaba a cabo en un entorno teatral, por todo lo demás era indudablemente una obra inusual. Uno de los aspectos más relevantes y que se establecería como una constante en su trabajo tenía que ver con la duración: la acción se llevaba a cabo en jornadas completas, desde que la artista se levantaba hasta que se iba a dormir. De igual manera, el hecho de que ella no estuviese representando a una persona que habita el espacio, sino que fuese la persona que lo hacía, daba un giro a la manera de presentarse incluso sobre un escenario tradicional.

Soy una mujer que ya no es una mujer

En 1989, en el marco del Encuentro Latinoamericano de Teatro Popular de Bogotá, María Teresa Hincapié intervino un escaparate de un local comercial ubicado en la concurrida Avenida Jiménez (Librería Lerner). Acicalada con una bata azul, asumió el rol de quien se dedica a las tareas del hogar o cualquier otro trabajo de limpieza y durante ocho horas consecutivas se paseaba por el interior del escaparate mientras barría, fregaba, pintaba con su colorete el vidrio de la vitrina, observaba e interactuaba con los peatones. El vidrio, usado como soporte, fue el medio para escribir frases (entre otras que resultaban de modo espontáneo de la relación que establecía con los espectadores de la obra y que borraba casi de inmediato con un trapo enjabonado), como:
¿Usted cree en el teatro? / Soy una mujer triste / Soy una mujer confundida por el amor / Soy una mujer sin hogar / Soy una mujer que ya no es una mujer / Soy una mujer sin leche / Soy una mujer azul / Soy una mujer que está sola / Soy una mujer que canta / Soy una mujer que baila sobre una pierna / Soy una mujer sorda / Soy una mujer que siempre sonríe / Soy una mujer sin corazón / Soy una mujer puta / Soy una mujer fría / Soy una mujer que vuela
Bajo el título de Vitrina, esta acción dio comienzo a una serie de trabajos que cuestionaban la construcción del estereotipo de la mujer dentro de su investigación sobre las posibilidades expansivas de las representaciones domésticas de toda índole. María Teresa ofreció un nuevo mito fundacional de esta imagen a través de códigos comunes al transformar acciones vitales, socialmente asociadas a la mujer, en rituales sagrados y muy críticos.
En Estiramiento de amor exploró las energías afectivas entre una madre y su sucesor, en este caso su hijo, Santiago Zuluaga, con quien tradujo en acciones y composición sonora la complejidad de dicho vínculo. Del mismo modo, en otras obras presentes en este eje temático reveló los conflictos y temores que nacen del amor entre dos seres, a la vez que hizo patente la confianza y bondad de los sentimientos. Todas las mujeres que María Teresa encarnó no dejaron de ser ella misma y al centrarse en mostrar cómo vivían esas mujeres que quedaban al margen de la norma, cuestionó la universalidad de la experiencia masculina.
Lejos de considerarse como un estandarte de la revolución feminista, María Teresa Hincapié nunca describió su obra como tal ni utilizó su género de forma explícita, sino que operó desde la poética para reivindicar una revisión necesaria con la parte femenina, tanto de la mujer, como del hombre. Lo femenino para ella no era una condición reduccionista sino una actitud, tal y como ella mencionaba pues creía en el ser mutante, aquel que cambia constantemente y es parte del mundo: un cuerpo múltiple, contradictorio y silencioso que deviene en espacio de reconciliación y sanación.

Hacia lo sagrado

Hacia lo sagrado es el título bajo el cual María Teresa Hincapié reunió desde 1994 una serie de obras y proyectos que reflejaron una búsqueda espiritual, así como la conciliación de esta búsqueda con su producción artística y con el montaje de sus exposiciones. Influenciada por la lectura de autores como Suzi Gablik, Fritjof Capra y Mircea Eliade, entre otros, así como de textos sagrados de distintas religiones, este grupo de obras evidencia no solo los intereses artísticos de su última etapa creativa sino también una búsqueda, una postura vital, que trascendía el arte y que abarcaba todos los aspectos de la vida:
Me preocupo por hacer un arte que no pueda fotografiarse, que no sea registrable, que se resista a ser consumido como se consumen toda esa cantidad de productos mediáticos que la globalización nos impone cada día. Quiero producir una imagen que perdure en el espíritu de la gente.
A las 3 a. m. del 1.° de enero de 1995 Hincapié se embarcó en una caminata de veintiún días hacia el parque arqueológico de San Agustín, en el departamento del Huila, con la intención de recuperar el sentido de lo sagrado que pervive en muchos pueblos indígenas de Colombia y para, a través del acto de caminar, entrar en un estado de toma de conciencia de la propia vida, de su relación con el medio ambiente y del nexo que la unía con los demás. Esta acción, relevante y que denominó Viaje al fondo del alma, hacia lo sagrado, fue un peregrinaje en el cual combinó la ecología, la espiritualidad y el arte
La caminata a San Agustín, de la cual no existe registro, forma parte de un grupo de proyectos más amplio: Tú eres santo (realizado en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1995), Hacia lo sagrado (su participación en el primer Premio Luis Caballero) y las Aldeas, una serie de actividades a medio camino entre lo espiritual y lo pedagógico que Hincapié realizó en distintas ciudades de Colombia. Vinculado a este grupo, se presenta en la Sala de Fundiciones la obra Aldea-Escuela, un proyecto de larga duración que la artista inició en la Sierra Nevada de Santa Marta, con la cual buscaba llevar a cabo estas acciones de manera sistemática.

Aldea-Escuela

En 1997 María Teresa Hincapié adquirió un terreno en las inmediaciones de Quebrada Valencia en la Sierra Nevada de Santa Marta, con el objeto de huir del ajetreo, del materialismo imperante en la ciudad, para desarrollar lo que sería su proyecto más ambicioso: una Aldea-Escuela en la que se viviría de acuerdo a una filosofía de la frugalidad y el trabajo, en donde además se propiciaría la meditación y el desarrollo de ideas encaminadas a proyectos artísticos. En esa finca, llamada La Fruta, María Teresa quiso a través del ejemplo compartir su filosofía de vida con artistas y estudiantes, tal como lo había hecho en distintos talleres (sus Aldeas) que consistían en encuentros de tres días realizados en distintas ciudades de Colombia, en los que aplicaba sus preceptos a la vez que desarrollaba proyectos en torno al arte y la ecología.
El proyecto tuvo que ser suspendido debido a la enfermedad que la artista desarrolló en los últimos años de vida y que la obligó a buscar tratamiento, como paradoja, en Bogotá, la ciudad a la que volvió con una paz renovada. De esa experiencia subsisten documentos, cartas de intención, incluso cuestionarios que inducirían a los futuros residentes en la filosofía de la Aldea-Escuela así como fotos de los primeros momentos, días, meses, en los que Hincapié llegó a su finca a construir el sueño de presencia y vínculo con el universo; esto dijo sobre Aldea-Escuela en un proyecto presentado al Ministerio de Cultura con el que buscaba financiarlo:
Pretendo específicamente crear una ALDEA en la que se sensibilizará a los participantes acerca de la diferencia entre el pensamiento fragmentado propio de la cultura occidental y el pensamiento integral propio de la cultura oriental y de algunas comunidades indígenas. Se pretende en la ALDEA reproducir la experiencia comunitaria, creativa y espiritual que se puede vivenciar en una comunidad como la de Prashanti Nilayam, en la India. Se realizará en una finca de la Sierra Nevada de Santa Marta, con la que ya cuento.
Hoy Santiago Zuluaga, hijo y colaborador de la artista, busca dar continuidad a la visión y el legado de su madre, actualizando las instalaciones de La Fruta con miras a convertirla en una residencia artística dedicada a los intereses personales, profesionales y espirituales de María Teresa.

Pies que lamen

Una de las características del trabajo de María Teresa Hincapié estaba determinada por su experiencia escénica que centró en el dominio del cuerpo con todo rigor, método que aprehendió al seguir técnicas orientales de teatro-danza, como el butō, cuyos principios radican en la alteración del equilibrio cotidiano. A través del prisma del Teatro Antropológico de Eugenio Barba y de la lectura de La canoa de papel, de este último, María Teresa adoptó la técnica del suriashi (cuya traducción sería “pies que lamen”) que es el nombre del modo de caminar del teatro japonés nō:
“El actor no separa jamás los talones del piso, avanza o gira sobre sí levantando solo los dedos de los pies. Un pie se desliza hacia adelante, la pierna anterior está ligeramente doblada, la posterior está extendida, el cuerpo –contrariamente a lo que haría normalmente– se apoya sobre la pierna posterior. El estómago y los glúteos están contraídos, la pelvis, inclinada hacia adelante, está dislocada como si un hilo tirara hacia abajo la parte anterior y otro la parte posterior hacia arriba”.
De este modo, María Teresa Hincapié dirigía la energía del cuerpo desde lo más íntimo. El control del cuerpo en la dilación de su acción se fundía con el espacio lo que le permitía alcanzar un estado de concentración total. Dicho ritual meditativo, que invita a la pausa y deviene en un arma política potente, fue una clara resistencia ética contra la agitación insaciable, la automatización de la vida contemporánea y el consumo del instante.
La dimensión temporal fue un elemento crucial en la práctica de María Teresa Hincapié, lo que la convirtió en la pionera de las acciones de larga duración y que materializó en muchas ocasiones en la lentitud, elemento que hilvanó varias de sus obras. Para la artista, no solo se trataba de un antídoto contra la aceleración capitalista del consumo sino también su forma de establecer una sabiduría directa, de lucidez y de comunión con la esencia. El objetivo en las obras aquí agrupadas es precisamente el de despertar la consciencia espiritual que María Teresa encontraba tan necesaria en la relación diaria entre los unos y los otros; sus acciones pedían de una audiencia que conectara con un diálogo mudo para llegar a un armonía espiritual, silenciosa y profunda.

Esta tierra es mi cuerpo

Entiendo por Sagrado entonces, todo objetivo que consista en establecer una armonía, un equilibrio entre lo interior y lo exterior, entre lo individual y lo colectivo, entre el microcosmos y el macrocosmos, entre el hombre y el universo. Tiene que ver con lo que el hombre actual llama ecología, una palabra, que como todos saben proviene del griego oikos, o sea casa, y en algunos idiomas también significa escuela. Así que la ecología lleva incluido un programa muy preciso, y es que el hombre aprenda a convivir con su hábitat, su pueblo, su ciudad, su país, con el cosmos. Aprender a estudiar las interacciones que nos unen a todos gracias a un devenir común. (….).
María Teresa Hincapié
Desde principios de los años noventa la práctica de María Teresa Hincapié giró en torno a la relación dada entre el ser humano y la fragilidad del ecosistema en el que vive. En 1992 realizó la acción Esta tierra es mi cuerpo, durante la muestra “Ante América” de la Biblioteca Luis Ángel Arango, que reunió diversos artistas cuya conciencia sobre lo americano era visible en sus obras y resumía al mismo tiempo las sensibilidades y la problemática de la construcción de la cultura contemporánea.
Durante varios días María Teresa vivió en los jardines de los patios interiores de la casona colonial que hoy ocupa el Museo de Arte Miguel Urrutia en Bogotá, en donde pernoctó y realizó actividades diarias dedicadas al cuidado de las plantas e incorporando muñecas de plástico, un elemento que aparece también en otros performances. Su compromiso con la ecología estaba ligado de manera íntima a su concepción de vida y para ello creó espacios que sirvieran para reflexionar y tomar consciencia sobre la importancia del debido cuidado de la naturaleza.
Los proyectos reunidos bajo este grupo temático están orientados sobre dichas cuestiones para convertirlos en dispositivos de sanación a través de rituales para y por la Tierra. Mediante su obra hizo un imperativo llamamiento para que fuera escuchada la Pachamama (la Madre Tierra) como forma de cuestionar la explotación de los seres vivos y el extractivismo de los recursos naturales. Los actos más sencillos y cotidianos (como caminar, dormir, sembrar, respirar y contemplar el entorno) fueron su técnica pues mediante ellos anhelaba reinventar un mundo espiritual que hiciera contrapeso a un ecosistema cada vez más inestable; dichas tareas las realizó de forma muy lenta, atenta a cada detalle y con una concentración que no admitía nada que las interrumpiera.

Hincapié en diálogo

Utilizando el potencial del afecto como mecanismo de interacción con la artista fallecida, la muestra reivindica la interacción colectiva como productora de conocimiento y un vehículo imperativo de transmisión cultural, por lo que cuenta con obras de tres artistas invitados que posibilitaron en el pasado o que expanden hoy el legado de Hincapié.
María José Arjona entiende la práctica de María Teresa Hincapié como un deambular que, por un lado, precipita la construcción de presencia y por el otro, indaga sobre la duración, el silencio y el tiempo como estrategia de resistencia. El proyecto En silencio pero juntos desarrolla aspectos relevantes –aunque a veces poco visibles– de la práctica y la vida de Hincapié. En palabras de la artista: “Es un intento por rescatar la faceta pedagógica y acudir a acciones simples, como caminar o respirar, como movimientos de resistencia en tiempos en donde lo sagrado y el mismo cuerpo están en crisis.”
En silencio pero juntos es un mapa de peregrinación y articulación coreográfica. Se trata de dibujar recorridos y al mismo tiempo difundir, de manera más amplia, el conocimiento que Hincapié quiso compartir como pedagoga. Lo coreográfico deviene la intención de gestar algo colectivo, una sumatoria de cuerpos y acciones que desbordan el museo, pero lo incluyen como espacio de cruce y experimentación social. No se trata de una reactivación (re-enactment) de una o varias obras de Hincapié, sino más bien de un gesto que posibilita su presencia en el aquí y ahora y permite articularlo.
Recordando una acción de los años noventa de María Teresa Hincapié en la que la performer colocaba flores en el interior del convento ExTeresa de Ciudad de México (Días de Luz, patio conventual ExTeresa, Ciudad de México, 1995), Coco Fusco realiza el film Tus ojos serán una vana palabra, una peregrinación en lancha y bote hasta Hart Island, una pequeña isla al lado del Bronx en Nueva York. Coloquialmente conocida en Estados Unidos como a potter’s field, que significa un cementerio para indigentes y personas no identificadas ni reclamadas, es un lugar donde acabaron muchas personas que murieron a causa del VIH en la década de 1980 y donde han sido enterradas muchas víctimas de la pandemia del Covid-19 en 2020 y 2021.
Durante un largo periodo la isla permaneció bajo el control administrativo del Departamento de Prisiones y su acceso estaba totalmente restringido; no fue sino hasta 2019 cuando se aprobó una ley para transferir la gestión de la misma al Departamento de Parques y Jardines de la ciudad. Ante la imposibilidad de llegar a la isla (pues estuvo cerrada durante la crisis pandémica), Fusco se sitúa alrededor de esta en una pequeña embarcación mientras con un gesto simbólico lanza flores al mar. La pieza de 12 minutos combina imágenes de la navegación con otras de la isla, sus orillas y el cementerio, acompañadas de una pieza sonora compuesta por Pauline Kim Harris al compás de una narración interpretada por la poeta Pamela Sneed que reflexiona sobre la muerte, las epidemias, los cuerpos y su futuro. El título nos remite al poema de Cesare Pavese: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos…” que aparece fragmentado en el guion del video como un mantra, una corriente marítima que nos arrastra al curso de la vida.
Tomando como eje vertebrador de su proyecto el texto de María Teresa Hincapié Una cosa es una cosa, Mapa Teatro teje la pieza sonora Hacer Hincapié, que articula un intertexto entre las diferentes reflexiones de la artista. Mediante un trabajo con una grabación de voz de Hincapié, se construye una arquitectura auditiva que da cuerpo a la voz intangible de la artista. De esta forma, Mapa Teatro crea una obra que afecta al cuerpo del público al mismo tiempo que vuelve corpóreos unos nuevos textos que mezclan las reflexiones de María Teresa Hincapié leídas bajo la luz del colectivo. Una operación de montaje de documentos que genera una partitura escénica a través de la transposición de escrituras ficticias y posibles.
Realizada en colaboración entre el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) y el MACBA – Museu d’Art Contemporani de Barcelona, Si este fuera un principio de infinito toma su título de la primera acción performativa en sentido estricto de Hincapié: un gesto en la que llevó todas sus pertenencias al Teatro Cuba en Bogotá y habitó el espacio por cinco días redescubriendo el sentido de la cotidianidad como lugar de comunión con ella misma y con lo sagrado de la existencia. Al igual que ese performance, esta exposición se propone apenas como el principio de un camino que esperamos nos lleve a recorrer el incisivo trabajo de Hincapié y que, eventualmente, derive en lo infinito de sus ideas y sus acciones.
Esta época nos exige que convirtamos nuestra vida en una obra de arte… Y hablar de “obra de arte” en nuestros días es algo muy discutible. Mi deseo es hablar contigo.
María Teresa Hincapié

Revive la experiencia

Exposición Si este fuera un principio de infinito María Teresa Hincapié personas reunidas