En Intersticio, Cárdenas trabaja a partir de la piel humana, cuya sección abstrae para generar el patrón bicolor del vidrio sobre el que se insertan imágenes de partes del cuerpo que mutan o que se fusionan con especies vegetales. Siempre por medio del collage, la artista elabora gráficamente los elementos que conforman la dermis y epidermis y los adhiere, como una piel, sobre la fachada del Museo. El resultado es un juego visual que mezcla el interior con el exterior y lo figurativo con lo abstracto.
Si en “Alteritas” la artista exploraba la zona de transición entre ecosistemas, en Intersticio la atención recae en el espacio entre dos cuerpos, en la hendidura del tejido orgánico. El proyecto se presenta como una especulación sobre la posibilidad de encuentro entre especies y una apuesta por la creación de una segunda naturaleza. Intersticio es también una reflexión sobre la piel como elemento que nos acerca y a la vez nos diferencia o nos separa de los otros, y sobre su permeabilidad, es decir, su capacidad de abrirnos al mundo y ponernos en los zapatos, o para ponerlo en contexto, en la piel del otro.