Débora Arango (Medellín, 1907-Envigado, 2005), mujer y artista antioqueña, fue la primera figura femenina moderna en la pintura colombiana. Aún relativamente poco estudiada, sobre todo a la luz de la importancia que tiene en la historia del arte nacional y la vigencia de su obra, Arango produjo un grupo de obras en las que refirió los sucesos sociales, políticos y culturales que definieron su época y sobre los cuales se expresó sin reservas. Pionera no solo formalmente sino en términos de sus intereses y contenidos, la artista produjo también “nuevas poéticas femeninas distintas, sin concesión” (Cordero, 2011: 366), que en retrospectiva podrían ser leídas bajo la lente del feminismo, además de numerosos retratos de familiares, allegados y personalidades de la ciudad.
A lo largo de su carrera, Arango realizó diversas obras que hacen alusión a momentos y sucesos históricos de gran trascendencia para Colombia, en los cuales se evidencia la construcción de la historia escrita y relatada dentro de una mirada femenina y crítica. Obras como Masacre 9 de abril (1948), El tren de la muerte (1948), Los derechos de la mujer (1954), Huelga de estudiantes (1954), Melgar (1954) y Doña Berta (1977), recuperan momentos aún presentes en la memoria colectiva que son encarnados por la artista con agudeza y claridad. Mediante la alusión a los acontecimientos del pasado, la pintura funge como activadora de preocupaciones actuales a través de los asuntos y valores subyacentes de algunos de los momentos de mayores consecuencias para el país.
La aversión que le suscitaron ciertos hechos y personajes se traduce en una estética de lo grotesco amparada por el uso de metáforas zoológicas que invisten a los políticos de turno con las rasgos despectivos asociadas a ciertos animales en la cultura como hienas, aves de rapiña o buitres, serpientes, batracios, reptiles, perros y zorros, entre otros animales. Esta práctica, particularmente significativa en contextos de represión o en los que la libertad de expresión ha sido restringida, se informa de los bestiarios característicos de la historia del arte como por ejemplo los de Goya (1746-1828), que Arango pudo haber encontrado en su viaje a España, y se aseveran a partir de la obra Rojas Pinilla (1954), así como en un conjunto de escabrosas pinturas conminadas por la fealdad.
El marcado interés de Débora Arango por los temas políticos surge con la descripción de los hechos ocurridos durante el Bogotazo, posterior al asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, con quien Arango tuvo una relación cercana y que son plasmados en Masacre del 9 de abril. Había sido Gaitán, como Ministro de Educación, quien la invitara en 1940 a exhibir su trabajo en el hall del Teatro Colón. Esto lleva a la artista, conmovida con su muerte, a seguir de cerca sucesos posteriores al trágico hecho a través de la radio y a procesarlos en esta obra. Así pues, el tema de la Violencia1 no fue ajeno a la artista, hacía parte de su realidad y contexto, y tocó de manera directa a su círculo social. De esta experiencia y sensibilidad surgieron otras obras como La danza (1948), La República (1957), Rojas Pinilla (1954), 13 de junio (1953), Salida de Laureano (1953), El cementerio de la chusma y/o Mi cabeza (1958), Junta militar (1957), Plebiscito (1958).
Estas posiciones ante la vida, así como su particular forma de expresionismo pictórico, solo pudieron ser apreciadas años después de su etapa más productiva cuando la sociedad colombiana desarrolló otra mirada crítica frente al arte y se formó una cultura distinta a la provinciana de comienzos de siglo, marcada por el moralismo y conservadurismo. La obra de Arango conlleva la fuerza de una mirada franca que se concreta en movimiento interior: el espectador se impacta con la pincelada, el color, la mancha, el gesto, el trazo, pero sobre todo con el contenido. Es una estrategia de comunicación a la vez que un ejercicio formal, una tensión entre la narración y la emoción de una realidad que aún transcurre en el presente, como si en las pinturas de Arango se resaltara la furia y el grito de la realidad.
Los vínculos entre las obras aquí presentes y la manera en la que tejen la historia de Colombia desde la perspectiva de esta artista, se enriquecen con los movimientos sociales y políticos de la época y, aunque son plasmados desde la visión artística de la pintora, permiten reconstruir la experiencia del país a través de las dimensiones históricas, cronísticas y periodísticas y conceptuales. En esta muestra se propone una lectura de la pintura como si se estuviera leyendo un texto, de manera que se pueda entrar en el terreno de lo temporal y de la historia. Como ejercicio de percepción, Débora Arango. República 1948 – 1958 propone que las imágenes sean leídas como capítulos de una historia inacabada que nos hablan tanto de la postura de Arango como del pasado –y el presente– del país.
1 “La Violencia es el nombre con que se designó al periodo histórico colombiano comprendido entre 1948 y 1953. Se caracterizó por los duros enfrentamientos entre los partidos Liberal y Conservador: persecuciones políticas, asesinatos, destrucción de la propiedad privada y terrorismo por el alineamiento ideológico” (Roldán, 2012: 13).
Imagen: Débora Arango, Masacre del 9 de abril (fragmento), 1948.
Esta exposición se realiza en alianza con Bancolombia