Fernando de Szyszlo (1925 – 2017) es una de las figuras más importantes de la modernidad artística peruana y latinoamericana. Su obra se suma a la cruzada estética que orientó las elecciones formales y conceptuales hacia caminos alejados de la figuración. Szyszlo se entendió a sí mismo como un cronista de la existencia humana, quería documentar lo místico, lo mágico, lo erótico, lo ritual y lo sagrado, pero más que nada, lo humano que habita en las cosas intangibles. Con apenas 24 años partió hacia París, donde descubrió dos cosas “que no sabía pintar y que era latinoamericano”. En la entonces capital artística mundial, se impregnó de los que estableció como faros estéticos: Picasso, Matisse, Klee, Miró, Vermeer, de Chirico, Tamayo; y se rodeó de literatos y poetas —Cortázar, Vargas Llosa, Vallejo, Arguedas, Octavio Paz— que serían fundamentales para edificar la relación entre su poética pictórica, el lenguaje y la identidad latinoamericana. Ello da pistas de por qué sus piezas, como Waman Wasi o “casa del halcón” (1975), perteneciente a una serie que recibe el mismo nombre, poseen títulos en quechua. Para Szyszlo, retomar esta familia lingüística propia del Imperio Incaico, reafirmaba que a pesar de los intentos de aculturación, perviven en el territorio americano prácticas, saberes y herencias precolombinas. Por ello mismo, tomó en sus obras influencias del arte de Chancay, de los magníficos textiles Paracas, y de la cerámica y arquitectura Chavín, con el fin de elaborar un estilo que plasmara lo local, pero que dialogara en clave global.
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