Tras haberse iniciado en la actividad artística desde finales de los años treinta, debido a los continuos ataques y censuras de la crítica, la Iglesia y el sector más conservador de la población, Débora vivió un prolongado período de retraimiento de la escena pública durante 15 años. Hecho que la lleva a trabajar silenciosa, pero infatigablemente en Casablanca su residencia familiar desde finales de los años cincuenta hasta 1974.
Presentadas aquí como un conjunto de piezas que dialogan estrechamente entre sí, este grupo de acuarelas pintadas de manera independiente a finales de los años setenta, nos despliega una visión particular del cuerpo femenino en diversos estados. De unos trazos rápidos y desenfadados, fuertes, sinuosos y angulosos, característicos del lenguaje expresionista, surgen en primer plano contorsionadas mujeres anónimas y flotantes en el espacio pictórico, el cual deja ver como fondo solo una brumosa mezcla cromática, enfatizando aún más las delgadas, extravagantes y solitarias siluetas. Amante de los grandes formatos y virtuosa en el uso de la acuarela, la artista nos concentra aquí ante unas poderosas y elocuentes imágenes de mediano formato, en las que los cuerpos parecen estar siempre al límite entre el goce y la marginalidad.
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