Con expresa mirada irónica y audaz, Arango alude al político derrocado por el golpe de Estado que ejecutó el general Rojas Pinilla: en la obra y sobre una camilla va el líder conservador, representado por un batracio que lleva en andas unos buitres, los cuales están precedidos y liderados por un esqueleto que enarbola un pendón con la imagen de la muerte. Esta proviene probablemente del encuentro de la artista con el grabador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada. Las figuras van hacia la luz, o hacia las llamas, de salida hacia la parte más iluminada de la obra, y marchan entre vítores dados por gentes comunes y sacerdotes. Dicho trayecto cuenta con el respaldo de los cañones (lo castrense), en fila y en orden, y está antecedido por un militar de alto rango (Rojas) quien por su postura parece empujar la marcha. En un principio, Rojas Pinilla contó con el apoyo generalizado de diferentes gremios ya que se tuvo la idea que su gobierno dictatorial seria benéfico y transitorio. La obra de Arango fue calificada en la época como carnal, pasional o de poca categoría estética; también fue entendida como revolucionaria, vanguardista, sarcástica o de “sátira política”, como la catalogó el historiador Santiago Londoño.
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