Si bien Gabriel Carvajal se formó en una familia de artesanos autodidactas, él decidió por un lenguaje propio del nuevo siglo, en el que su familia no podía darle orientación. A los 26 años compró su primera cámara, una Kodak Bantam de 30 pesos de la época, y se embarcó en un aprendizaje que lo llevaría a acercarse al trabajo de fotógrafos experimentados como Arturo y César Puerta, Heriberto Wolff y Leo Matiz. Durante sus sesenta años de trayectoria llegó a producir más de 130.000 negativos, en los que documentó personajes de diversas esferas sociales, ciudades colombianas en crecimiento, eventos públicos y particulares, paisajes rurales y urbanos, e incluso llegó a ser pionero en fotografía publicitaria con modelos. Trabajó con diversos medios publicitarios incluyendo El Colombiano, El Espectador y las revistas Semana y Cromos. Supo adaptarse a las demandas del mercado, y a mediados de 1950 cuando los latifundistas antioqueños requirieron fotos panorámicas de sus predios, Carvajal les ofreció aerofotografías, convirtiéndose en precursor de dicha tendencia. Así, llegó a fotografiar aeropuertos, universidades, arterias viales y maravillas naturales como la Piedra del Peñol. Todo ello bajo una perspectiva aérea hasta entonces remota. También introdujo de manera consistente el uso de la fotografía artística a color, ofreciendo innovación técnica y una nueva mirada que se alejaba del afrancesamiento fotográfico de principios del siglo XX. Fue el fotógrafo de la modernización urbana, del progreso industrial y de la posibilidad del cuerpo como herramienta y medio de expresión artística.
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