Débora Arango comenzó sus estudios con el artista Moderno Pedro Nel Gómez en 1936. A pesar de que Nel Gómez pintó desnudos también, él nunca apoyó el deseo de Arango de trabajar con modelos desnudas y explorar el desnudo femenino. Arango fue excluida del círculo de Nel Gómez en 1938, sin embargo, exploró el cuerpo femenino de modelos vivas ya que amigas y conocidas posaron para ella durante toda su vida. Desnudos de Arango tales como Montañas, 1940, representan el cuerpo femenino como una entidad moderna no idealizada, fuera de los prejuicios morales y sociales de su tiempo, destapando el cuerpo femenino con toda su sensualidad natural, libre de represión y en contra de las normas académicas de representación del cuerpo femenino de la época.
La pintura fue muy criticada por su sensualidad directa, enfatizada por la resonancia entre el cuerpo y la forma de las montañas y la imposibilidad anatómica de su brazo derecho proyectado desde su cabeza en lugar de su hombro. Cuando Arango fue acusada de producir una pintura tan inmoral, declaró en 1940: «En mi concepto el arte no tiene nada que ver con la moral: un desnudo no es sino la naturaleza sin disfraces, tal como es, tal como debe ver el artista: un desnudo es un paisaje en carne humana. La vida, con toda su fuerza admirable, no puede apreciarse jamás entre la hipocresía y entre el ocultamiento de las altas capas sociales; por eso mis temas son duros, acres, casi bárbaros; por eso desconciertan a las personas que quieren hacer de la Vida y de la Naturaleza lo que en realidad no son. Me emocionan las escenas rudas y violentas; por eso pinté Los matarifes. Me gusta la naturaleza en todo su esplendor; por eso pinto paisajes y desnudos. Yo creo que por esto no soy inmoral».
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