En los años sesenta y setenta, América Latina experimentó un auge del grabado. Los grabados permitieron a los artistas una producción plástica más rápida, económica y les facilitaron abrirse un nuevo mercado en el que los coleccionistas de presupuesto reducido podían hacerse a obras de artistas consagrados y emergentes. El grabado se convirtió también en un medio de largo alcance para ideas divergentes, para la enunciación de problemáticas que eran difíciles de movilizar bajo otros lenguajes más tradicionales y que tenían poca recepción en las microesferas de los mercados artísticos. Este creciente interés y la visible legitimación del grabado se tradujo en iniciativas privadas como el programa de Artes Gráficas Panamericanas (AGPA), liderado por Cartón de Colombia, quienes inspirados por el modelo mexicano que habían desarrollado previamente, decidieron replicar la idea en Colombia en 1971. El innovador proyecto de coleccionismo consistió básicamente en la creación de portafolios anuales que reunían grabados originales de artistas latinoamericanos —posteriormente convocaron a artistas globales— para ponerlos en formatos de circulación masiva. Dicho esfuerzo aunado a la Primera Bienal Americana de Artes Gráficas (1971) en Cali, buscaba dar contraste a la exclusión del grabado de los circuitos artísticos nacionales por entenderlo como un lenguaje secundario o menor. Esta iniciativa no solo expuso la calidad del grabado contemporáneo, sino que también fortaleció los vínculos entre artistas colombianos y el panorama internacional, demostrando la necesidad y el impacto de esfuerzos sistemáticos para presentar y circular un tipo de lenguaje plástico democrático, maduro y diverso.
Manglar
1989
Técnica: Grabado en acrílico
Dimensiones: 54 x 63 cm
N° inventario: 1589
Fecha de ingreso a la colección: 1989
Tipo de adquisición: Donación Smurfit cartón de Colombia